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Nuestra salud comienza por el cuidado de la flora intestinal

El buen estado de salud de nuestro organismo empieza y se refuerza a través de nuestra “flora intestinal”. Se trata de todas aquellas bacterias buenas y malas de nuestro intestino que deben de llevar un equilibrio, que normalmente se ve roto por nuestro estilo de vida habitual y alimentación.

Nuestro organismo se compone de gran número de especies bacterianas y la mayor parte de ellas se instala en nuestro intestino, lo que se conoce como microbiota. A las bacterias buenas se les denomina probióticos, y a lo que las alimenta y favorece su crecimiento se les denomina prebióticos.

Ya desde bebés vamos adquiriendo la flora intestinal con los “lactobacilus» y las «bifidobacterias” que nos aporta la leche materna. A partir de los dos años de edad creamos nuestra flora definitiva que se suele mantenerse estable, aunque hay ciertos aspectos que la deterioran, y hacen perder con ello su equilibrio.

Es esencial que se mantenga en su equilibrio porque de otro modo nuestras digestiones serán peores. No absorberemos muchos nutrientes de forma adecuada, y provocaremos que crezcan esas bacterias que también forman parte de la flora y que son patógenas, pudiendo así tener más riesgo de infecciones y una disminuación de nuestras defensas.

¿Qué debilita nuestra flora?

• Estrés
• Dietas pobres en fibra ya que ésta !alimenta a nuestras bacterias buenas!
• Dietas ricas en azúcares, proteínas y grasas, que tienen un metabolismo que se acompaña de la producción de muchos tóxicos que la debilitan
• Exceso de excitantes como el café, el alcohol ó el tabaco
• Gastroenteritis
• Toma de ciertos medicamentos como antibióticos
• Intolerancias alimentarias, como ocurre en el caso de los celiacos que no toleran el gluten y su toma les produce gastroenteritis
• El propio envejecimiento del ser humano.

¿Cómo podemos recuperar el equilibrio?

Podemos aportar diferentes microorganismos externos que favorecen el crecimiento de flora, los probióticos. Los podemos encontrar en los yogures fermentados por las bacterias (Streptococcus thermophilus y Lactobacillus bulgaricus o acidofilus) que aportan a nuestro organismo flora bacteriana directa. Pero tienen un posible inconveniente, si los adquirimos en nuestro supermercado habitual y en su transporte pierden la cadena de frío las bacterias morirán. Otra alternativa es producir yogures caseros a través del Kéfir. Es muy fácil y te aseguras una buena carga de probióticos siempre vivos en tu refrigerador.

Otra opción, mucho más rápida y también segura, son diferentes formatos de cápsulas o viables de probióticos que tienen la ventaja de venir liofilizados en muchos casos, y no perder así su efectividad. Puedes adquirirlos en tu farmacia.

También podemos aportar prebióticos a nuestra dieta, sustancias no digeribles como la “fibra no soluble” que alimenta a los probióticos y que se encuentra en todas nuestras frutas y verduras. Podemos encontrarlas en las frutas que son menos dulces, como la naranja, el kiwi, la piña o la manzana con !piel, no la pelemos! También en aquellas verduras que comemos en crudo como la escarola, los canónigos, el tomate, la zanahoria rayada o el apio.

Por último existe la combinación de pre y probióticos que encontramos en los simbióticos también disponibles en polvo o solubles.

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