Todos atraemos a los mosquitos, esto se debe al olor de nuestra piel, al dióxido de carbono del aliento y al sudor, que ayuda a las hembras a encontrarnos. A estos factores se suma nuestra vulnerabilidad debida a otros parámetros como la temperatura de nuestro cuerpo, algunos perfumes así como la ropa oscura y fuentes luminosas que los atraen. Algunos de nosotros somos tan atractivos para los insectos que las molestias por las picaduras se pueden volver casi insoportables.
En los últimos años, se ha hecho cada vez más patente que debido a los movimientos de personas, cambios de temperatura y otras manifestaciones ambientales hay otros tipos de insectos en nuestro entorno. Este es el caso que nos ocupa hoy: flebótomos.
No es un mosquito común, es un insecto al que se le llama flebótomo y es más pequeño, de color amarillo-pajizo y de vuelo silencioso. Las horas de mayor actividad del mosquito-flebotomo son al anochecer, en las primeras horas de la noche y al amanecer. La hembra es responsable de la transmisión de una enfermedad con su picadura, la leishmaniasis, pero para ello tiene que estar previamente infectado con el parásito. La mayor parte de las personas a las que les pica el flebótomo no se contagian de leishmaniasis, ya que son muy pocos los que transmiten la infección.
La leishmaniasis es una enfermedad producida por un parásito del género Leishmania que se transmite por la picadura de un insecto infectado por el parásito, el flebótomo o mosca de la arena.
Es una enfermedad poco frecuente pero desde el año 2010 hay un aumento importante del número de casos en la zona suroeste (Fuenlabrada, Leganés, Humanes y Getafe), por lo que en esa zona hay que extremar las medidas de prevención y control.
Dos formas clínicas de presentación, la leishmaniasis cutánea y la visceral
La leishmaniasis cutánea se caracteriza por la presencia de una o más lesiones ulceradas en la piel que se desarrollan después de semanas o meses de la picadura. Generalmente son indoloras, pero pueden ser dolorosas cuando se infectan. Normalmente curan, incluso sin tratamiento, aunque pueden durar meses o años y dejar cicatrices.
La forma visceral es la más grave y afecta a varios órganos internos, habitualmente el bazo, el hígado y la médula ósea.
El contagio a las personas se produce a través de la picadura del mosquito-flebotomo que se ha contagiado al picar previamente a un animal infectado, en España habitualmente el perro y algunos animales silvestres como la liebre y el conejo. La enfermedad no se transmite por contacto directo de persona a persona o de animal a persona.
El tiempo que transcurre desde la picadura del mosquito-flebotomo hasta que se desarrolla la enfermedad puede variar desde diez días a varios meses. Por lo regular es de dos a seis meses en la forma visceral y de dos semanas a cuatro meses en la forma cutánea.
La temporada de mosquitos comienza con el calor, normalmente en mayo (aunque a veces se puede adelantar a marzo), y finaliza en septiembre u octubre si se prolonga el verano. En invierno los mosquitos-flebotomos permanecen en estado larvario y no pueden transmitir la enfermedad.
La leishmaniasis visceral tiene tratamiento y es eficaz, normalmente se hace en un hospital y evoluciona favorablemente.
Para repeler al mosquito hay que utilizar compuestos con DEET o productos a base de Icaridín como protectores. Para niños están mejor indicados productos a base de IR3535 (etil butilacetilaminopropionato). Al usar cualquier tipo de repelente, se recomienda:
– Leer y seguir cuidadosamente las indicaciones antes de su uso y consultar al farmacéutico si se tiene alguna duda.
– Utilizarlo siempre en el exterior y en espacios abiertos durante el tiempo necesario y cumplir estrictamente las instrucciones de uso, especialmente el número de aplicaciones diarias permitidas.
– No aplicarlos en niños menores de 2 años, en estos casos la protección ha de hacerse mediante el uso de ropa adecuada que cubra brazos y piernas, y una tela que proteja el cochecito. En niños más mayores deben utilizarse con precaución y evitar aplicarlo en las manos de los niños, ya que se las pueden llevar a la boca y a los ojos.
– Utilizarlo siempre en el exterior y en espacios abiertos durante el tiempo necesario y cumplir estrictamente las instrucciones de uso, especialmente el número de aplicaciones diarias permitidas.
– En caso de que se presente algún tipo de reacción en la piel, se debe limpiar la zona con agua y jabón y consultar al médico.
Hay que poner también medidas de control dentro de nuestros hogares:
– Aplicar en los enchufes de las habitaciones difusores antimosquitos eléctricos, nunca los dispositivos emisores de ultrasonidos porque no son eficaces.
– Evitar la acumulación de restos vegetales y escombros en las proximidades de la vivienda.
– Realizar adecuadas medidas de limpieza y conservación de aquellos lugares que pudieran servir de refugio al mosquito-flebotomo.
– Instalar en puertas y ventanas telas mosquiteras de malla fina (como máximo de 1 mm2). Las habituales son de malla más gruesa y no sirven.
– En las habitaciones y dormitorios, se pueden aplicar alguna vez al día, los sprays insecticidas y antimosquitos de uso común.
– El uso de aire acondicionado y ventiladores dificulta la presencia del mosquito-flebotomo en el interior de las viviendas.
Debemos cuidar todo esto y evitaremos la picadura de este pequeño mosquito, que si nos pica puede ser extremadamente molesto.