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Un buen estilo de vida, sano y saludable, ayuda a nuestras defensas

En alguna ocasión, todos hemos recurrido a tomar algún medicamento o complejo vitamínico para el decaimiento, la debilidad, el cansancio crónico o las infecciones. Esto es algo tan cotidiano, que no nos damos cuenta que sólo es una solución parcial, y a la larga ineficaz, ya que las bacterias y hongos son cada vez más resistentes a los antibióticos.

Nuestro sistema inmunológico es quien debe realizar esas funciones, por lo que tenemos que conseguir un buen funcionamiento del mismo.

Existen muchos factores que pueden ocasionar un debilitamiento de nuestro sistema inmunológico, pero hay que destacar que estados emocionales, como la ansiedad, la depresión y el sueño insuficiente, pueden deteriorar varias funciones físicas, como la disponibilidad combativa de nuestras defensas inmunológicas.

A continuación, enumeramos los elementos que emplea nuestro sistema inmunológico para luchar contra la invasión de patógenos externos. Las células de la serie blanca (leucocitos) son unos grandes guerreros, éstos se dividen en linfocitos de dos tipos: los “polimorfonucleares” (neutrófilos, basófilos y eosinófilos) y los “mononucleares” (linfocitos T y B y los monocitos). Estas células están muy especializadas y juntas proporcionan la cobertura inmunitaria o protectora de nuestro organismo. Cuando alguno de ellas falla o está debilitada, nuestra vulnerabilidad hacia cualquier tipo de invasión aumenta, produciéndose así la enfermedad infecciosa u otras enfermedades como las alergias, las artritis, la psoriasis y un largo etcétera.

Por tanto, tenemos que reforzar nuestras defensas para que estemos preparados en cualquier momento. Hay situaciones en las que todo nuestro sistema inmunológico tiene que actuar. Por eso, si aumentamos nuestras defensas estaremos también preparándonos para lo que pueda acontecer. Nuestro cuerpo necesita calorías para crear anticuerpos, que lucharán contra los gérmenes. La variedad dietética es un punto importante.

Por otro lado, hay que reseñar que el organismo necesita un periodo de descanso para reponerse. Un indicador que nos muestra que tenemos una baja capacidad para repeler los ataques de la enfermedad, es cuando sentimos sueño en aquellos momentos en que la mayoría de nuestros compañeros están en plena actividad.

Hemos de reconsiderar el consumo de excitantes para tener un verdadero “termómetro” de nuestra necesidad de descanso. Si el consumo de cafeína (té, café, bebidas energéticas…) es excesivo, posiblemente esté afectando a nuestros patrones de sueño, y  saboteando nuestro sistema inmunológico.

Varias investigaciones llegaron a la conclusión que tomar más de 4 tazas de café diarias es suficiente para afectar al sistema inmunológico. La cafeína suprime las funciones de algunos agentes inmunológicos como los linfocitos y las células T.

Las células inmunitarias tienen que tener “combustible” para trabajar, y para eso debemos ingerir proteínas. Esta «gasolina» es la llamada glutamina. Si no ingerimos proteínas en proporciones adecuadas, nuestro sistema inmune las tomará del músculo esquelético, y en vez de perder grasa, se perderá masa muscular. Para nuestras células inmunes, la glutamina es muy potente pero se consume muy rápido.

Otra de las funciones de nuestro sistema inmune es ayudar a limpiar las células de desechos a través del ejercicio de los músculos.

Por otro lado, hay una serie de datos que nos indican cómo está nuestro sistema inmunológico. Por ejemplo, cuando nos encontramos cansados la mayoría del día, pero luego no podemos descansar por la noche; o cuando nos duele todo el cuerpo, nos sentimos débiles, incluso aparecen desgarros o calambres musculares. Si alguno de estos indicadores le está sucediendo es hora de ponerse en marcha.

Tener un estómago sano también contribuye al buen funcionamiento de nuestras defensas. Un estómago crónicamente inflamado puede jugar un papel importante en los desórdenes auto inmunes.

En este caso, los probióticos son muy adecuados y proporcionan a nuestro aparato digestivo las bacterias saludables necesarias para su buen funcionamiento y ayudar así, a nuestra inmunidad.

Debemos de procurar que los puntos de entrada de nuestro cuerpo (boca, ojos, nariz y oídos principalmente) sean difíciles de invadir por los gérmenes. Para ello debemos de evitar meternos los dedos, y revisar nuestra piel por si hubiese eczemas o costras que pueden llevar a infecciones recurrentes.

Otro de los aspectos a destacar es que nuestras células han de tener buenas reservas de agua para trabajar con eficacia. La hidratación se vuelve aún más importante cuando estás enfermo. Los fluidos transportan nutrientes al sitio de la enfermedad y se llevan las toxinas para su desecho. Es ideal beber mínimo un litro de agua en ayunas y otros dos a lo largo del día.

Hay una serie de productos que nos ayudan a subir nuestras defensas, como la miel de abejas, con sus propiedades antibacterianas y su poder oxidante; el ginseng, el té verde, la naranja, o la equinácea.

Un buen estilo de vida, sano y saludable, ayuda a nuestras defensas y por consiguiente a mantener nuestro organismo en perfectas condiciones para enfrentarse a las adversidades.

 

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